Page 35 - Revista Musicas do Brasil e mais - num.10
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El trabajo parecía pan comido:  ponerse una peluca   •  ¡Te-le-gra-ma a-ni-ma-do de Adelita! -entonó
           rubia, pintar un lunar cerca de la boca, apretar el ajus-  la Marilyn a toda velocidad.  El chico del saxo,
           tado vestido.  Fani solo necesitaba cuidar la voz ronca,   anticipándose a la tragedia, fue yéndose, de
           tímida-sexy, llevar el pastel hasta la casa del cumplea-  puntillas,  y  la  música  sonaba  cada  vez  más
           ñero, tocar el timbre y, cuando él abriera la puerta, la   lejana.  Adelita salió detrás del árbol.
           guinda del pastel sería ella cantar, como la verdadera
           Marilyn  Monroe  para  John  Kennedy,  un  susurrante   •  ¿Qué  es  esto,  Adelita?,  gritó  Taborda.    Fani
           “Happy birthday to you”.  Caché:  doscientos reales.   dejó el pastel en el suelo y dejó paso.  Adelita
                                                                  avanzó:    “¡Bastardo!  ¡Preparo  la  mayor  sor-
            Quien tuvo la idea fue Adelita, novia del cumplea-    presa para ti y tú estás con otra!”.
           ñero.  Tenía esa fantasía:  celebrar el aniversario de
           su novio con una sorpresa hollywoodiana.  Pero no se   Fani actuó rápido y extendió las manos:  -Son dos-
           atrevía a ser la estrella -siempre de beige o blanco y  cientos  reales.    Taborda  gritaba  cada  vez  más  alto.
           negro, siempre eficiente en la oficina, con aquel rostro  Adelita intentó agarrar a la de ropa interior de los pe-
           redondo, nariz de osito de peluche, no pegaba.  Adeli-  los.  No se oía ninguna música.  El tipo del saxo ya
           ta encontró el número de teléfono de una agencia de  había desaparecido.
           telegramas animados.  Llamó.  Pidió una Marilyn y un
           saxofonista.                                         •  Son doscientos reales -insistía la Marilyn, que
                                                                  a esa altura ya se había quitado los zapatos y
              •  Entonces,  además  de  Marilyn,  quiero  a  un   solo pensaba en salir corriendo de ahí.  Pero
                chico que toque las felicitaciones con el saxo.    no iba a perder los doscientos.  Uno gritaba
                Una escena de película.                           aquí, otra gritaba más fuerte, Adelita solloza-
                                                                  ba, Fani aprovechó el momento de flaqueza,
              •  Claro, querida.  El sueño es suyo, lo realiza-   ayudó a la pobre novia a abrir su bolso, cogió
                mos. -respondió la chica de la agencia.           los doscientos, cien más para el tipo del saxo,
                                                                  y se fue.
            Todo planeado.  Mañana de sábado, Fani, ceñida en
           su vestido y tratando de no doblar el tacón del zapato   Ya que estaba de Marilyn, debía terminar el día con
           un número menor, ya estaba parada cerca de la puer-  elegancia cinematográfica.  Volvió a ponerse los zapa-
           ta.  El chico del saxo, traje barato, al lado.  La novia  tos, fue al bar de un bonito hotel cercano, realizó un
           apenas aguantaba la ansiedad.                     deseo:  pidió un Manhattan.  Era la bebida que Marilyn
                                                             Monroe, en el papel de Sugar, improvisó en el tren de
              •  Mira, me voy a esconder detrás de aquel ár-  “Con faldas y a lo loco”, en la escena en que Jack Lem-
                bol, ¡ay! solo quiero espiar su cara de sorpre-  mon, vestido de mujer, aparecía con una garrafa de
                sa.                                          bourbon.  Fani no era Marilyn, Jack no era mujer, Ta-
                                                             borda no era el hombre que Adelita imaginaba.  Pero
            Fani lo creyó divertido.  Quería ganar premios en el  el Manhattan, muy real, estaba delicioso.
           teatro, sabía de memoria las piezas de Antunes Filho,
           pero trabajo es trabajo.  Y le gustaba la idea de ser la
           Marilyn por 15 minutos.  Era una romántica.  Veía con
           mucha ternura hacer los telegramas animados y ver la
           reacción de las personas.

            Tocó la campana.  Nada.  Tocó de nuevo.  Nada.  Ten-
           sión en el aire.  La novia empezó a morderse las uñas.
           “Toca otra vez”, susurró desde el árbol.  Pééé.  Péééé.
           Un tipo algo gordo, descalzo y en ropa interior, abrió
           la puerta.  Su cara no era buena.  Fani se tocó la gar-
           ganta, estiró el pastel donde estaba escrito “Meu amor,
           my love, mon chéri”, y comenzó, sibilante:  “Happy bir-
           thday to you...”.  El saxo acompañaba.                                                       Marilyn, THE
                                                                                                        REAL   ONE,
              •  ¿Qué  diablos  es  esto?  -dijo  el  hombre  aún                                       cant ando
                somnoliento.  “Happy birthday, Mr. Taborda”,                                            Happy Birth-
                cantó  la  Marilyn  con  voz  dulce.    Entonces                                        day para el
                aparecieron, por encima de los hombros de                                               presidente
                Taborda, unas manos con largas uñas rojas.                                              norteameri-
                Una chica en ropa interior estaba detrás de                                             cano John F.
                él.  -¿Qué ocurre, cariño?, preguntó la de las                                          Kennedy en
                uñas.                                                                                   1962.



                                                         Artículo publicado en el blog RAMALHETES | O blog da Cris Ramalho
              REPOR T AJE | LA F ALSA MARILYN MONROE Y EL VERDADERO MANHA T AN, por Cristina
                                                                                                  Ramalho        35
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