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UNA MUJER




 LLAMADA GUITARRA        ORFEO NEGRO






         Yo, agosto de 1955.- Gracias a la gentileza de la invitación  la sacrílega. Mas al volverle las espaldas, me desaté a reír,
         de María Oliva Fraga, la bella guardiana del Chateau d’Eu,  y vi que él también sacudía los hombros de tanta risa,
 Un día, casualmente, le dije a un amigo que la guitarra, o  d’amore, como para preanunciar el dulce fenómeno de   aquí estoy en el vasto castillo de ladrillos y columnatas  mientras descendía los escalones.
 el violón, era “la música en forma de mujer”. La frase le  tantos corazones diariamente heridos por el melodioso   de piedra —obra sin gran interés arquitectónico iniciada
 encantó y la anduvo divulgando como si ella constituyese  acento de sus cuerdas... Hasta en la manera de ser tocado   por Henrique de Guise y restaurada por el conde D’Eu  Estoy en pleno carnaval en el filme. Procuro dar el máxi-
 lo que los franceses llaman un mot d’esprit. Me pesa re-  —contra el pecho— recuerda a la mujer que se anida en   tres siglos y poco más tarde, después del incendio de co-  mo de colorido al guión para que, en el caso de una se-
 flexionar que ella no quiere ser nada de eso; es, mejor, la  los brazos de su amado y, sin decirle nada, parece supli-  mienzos de este siglo. El parque, diseñado por Le Notre,  gunda adaptación, el nuevo guionista sienta una anima-
 pura verdad de las cosas.  car con besos y caricias que él la tome toda, para hacerla   es realmente bello. Vine para terminar la primera adap-  ción popular en toda su vibración. En el rápido viaje que
 vibrar en lo más profundo de sí misma y la ame por enci-  tación para el cine de mi pieza Orfeu da Conceição, de la  hicimos ayer a Rouen, me surgió la idea de hacer que las
 El violón es no sólo la música (con todas sus posibilidades  ma de todo, pues de lo contrario ella no podrá ser nunca   que el productor Sacha Gordine quiere extraer un filme.  mujeres —las Furias del mito— mataran a Orfeo en un
 orquestales latentes) en forma de mujer, sino, de todos  totalmente suya.  Depositamos ambos grandes esperanzas en el proyecto.  parque o jardín nocturno, donde el músico fuese a tener
 los instrumentos musicales que se inspiran en la forma       elevando en sus brazos a su amada muerta. Para estudiar.
 femenina —violón, violín, bandolín, violoncelo, contra-  Para ayudarme en el trabajo está conmigo mi amiga y
 bajo—, el único que representa a la mujer ideal: ni gran-  secretaria  Josée  Fauquier  y  su  marido  Daniel.  Y,  natu-  Acabé de ver una cosa deliciosa. Mientras venía viendo
 de, ni pequeña; de cuello alargado, hombros redondos y   ralmente,  mi  hijita  Georgiana:  la  carita  más  pícara  que  por el corredor, vi a Georgiana que subía al espaldar de
 suaves, cintura fina y nalgas plenas; cultivada, mas sin   últimamente se vio en cualquier latitud. Lo malo es que  una  poltrona  y  miraba  con  la  mayor  atención,  bien  de
 jactancia;  reacia  a  exhibirse,  a  no  ser  por  la  mano  de   ella, con tanta gracia, me está perturbando considerable-  cerca, un retrato de don Pedro II. Después ella alejó un
 aquel a quien ama; atenta y obediente a su amado, mas   mente en la tarea. Pues no me puede impedir, en todo  poco la cabecita y comenzó a alisar las venerables barbas
 sin pérdida de carácter y dignidad, y, en la intimidad,   instante, perder el hilo del dictado para verla atravesar  del emperador. No contenta, pegó la carita al retrato y le
 tierna, sabia y apasionada. Hay mujeres-violín, mujeres-  el parque corriendo, o surgir de la mano de su niñera es-  dio un prolongado beso.
 violoncelo y hasta mujeres-contrabajo.  pañola —pequeño bichito inconfundible contra el gótico
         normando de la Iglesia de Saint-Laurent, en cuya cripta  Juro que vi sonreír al buen monarca.
 Mas como se rehúsan a establecer aquella íntima rela-  duermen sobre los propios despojos, lado a lado, en su
 ción que un violón ofrece, como se niegan a dejarse can-  misterioso sueño de mármol, las estatuas funerarias de
 tar, prefiriendo tornarse objeto de solos o partes orques-  los príncipes y princesas de la familia d’Artois.
 tales; como responden mal al contacto de los dedos para
 dejarse vibrar, en beneficio de agentes excitantes como   Es cosa apasionante crear un filme. En esta adaptación
 arcos o clavetes, serán siempre preteridas, al final, por   construyo el filme como yo lo haría. Al contrario de mi
 las mujeres-violón, que un hombre puede, siempre que   pieza, en que el “descenso a los infiernos” y de Orfeo se
 quiere, tener cariñosamente en sus brazos y con ellas   sitúa en una gafieira, en el segundo acto, estoy transpo-
 pasar horas de maravilloso aislamiento, sin necesidad,   niendo el carnaval carioca para el final del filme, como
 sea de tenerla en posiciones poco erguidas, como acon-  el ambiente dentro del cual la Muerte perseguirá a Eurí-
 tece con los violoncelos, sea de estar obligatoriamente   dice. Josée me ayuda con el mayor entusiasmo, mas es
 de pie delante de ellas, como se da con los contrabajos.  necesario en todo instante interrumpir el trabajo, pues
         Georgiana no da descanso.
 Así mismo una mujer bandolín (vale decir: un bandolín),
 si no encuentra un Jacob por el frente, está robada. Su   Hay hombres que son de la raza de los minotauros. Hom-
 voz es por demás estridente para que se soporte más   bres como Picasso, como Buñuel, como Hemingway. Sa-
 de media hora. Y es en eso que la guitarra, o la viola   cha Alexandre Gordine es así. Al ponerme a trabajar está,
 (vale decir: la mujer-viola), lleva todas las ventajas. En   lo sé, en una de las mayores bancarrotas de la historia
 las manos de un Segovia, de un Barrios, de un Sanz de la   del cine. El grande y humanísimo filme que debería ha-
 Mazza, de un Bonfá, de un Baden Powell, puede brillar   cer, L’affaire Seznec, tuvo su filmación prohibida cuan-
 tan bien en sociedad como un violín en las manos de   do todos los contratos ya habían sido firmados. Mas yo
 un Oistrakh o un violoncelo en las manos de un Casals.   confío en Gordine. Hay, para quien sabe leer en el rostro
 Mientras que aquellos instrumentos difícilmente podrán   humano, una profunda bondad en este hombre. Bondad
 alcanzar la agudeza o la aptitud peculiares que una viola  Se pone en un cielo alto una Luna tranquila. ¿Pide ella   y una fuerza interior que se puede casi palpar.
 puede tener, ya tocada desgarbadamente por un Jaime  un contrabajo? ¡Nunca! ¿Un violoncelo? Tal vez, mas si
 Ovale o un Manuel Bandeira, ya “escurrido en la cara” por  sólo detrás de él hubiese un Casals. ¿Un bandolín? ¡Ni por   Hoy el guía turístico del castillo vino a quejarse de que,
 un João Gilberto o así mismo el criollo Zé-com-Fome, de  sombra! Un bandolín, con sus trémolos, le perturbaría el   al mostrar a los visitantes uno de los bellos carruajes en
 la favela de Esqueleto.  luminoso éxtasis. ¿Y qué pide entonces (diréis) una Luna   exhibición que no andaba por la tierra, cuál no sería su
 tranquila en un cielo alto? Y yo les responderé: un violón.   sorpresa, y la de los dos turistas, cuando la puerta de la
 ¡Divino, delicioso instrumento que se casa tan bien con el  Pues de entre los instrumentos musicales creados por la   calesa se abre y surge, de entre sedas y arreos, la carita
 amor y todo lo que, en los instantes más bellos de la na-  mano del hombre, sólo el violón es capaz de oír y enten-  astuta de Georgiana. Él me contó el caso con la aflicción
 turaleza, induce al maravilloso abandono! Y no es a locas  der a la Luna.  de un guía de castillo que presenció un sacrilegio y lo oí
 que uno de los más antiguos ascendientes se llama viola   con el aire severo que debe tener en el caso el padre de



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